Una sociedad fundada sobre la conciencia humana y la profundización de sí misma (voluntad de servicio, vindicación de la dignidad humana, estructura social basada en el trabajo, pluralismo ideológico y actitud de cambio), sobre la aceptación y el entendimiento del complejo y orgánico mecanismo con que evoluciona, se estanca o retrocede a través del tiempo y en él, con principios jerárquicos alejados de todo ribete teocrático o dogmático (comprendidos como reglas que condicionen hasta cierto grado la conducta de las masas y su unidad constitutiva) y el sostenimiento de su naturaleza bajo el argumento de su realidad como agrupación heterogénea en búsqueda del bien común, será una sociedad abierta, ante todo, respetuosa de la libertad del individuo, visto como elemento primordial de un engranaje a su servicio: el acuerdo tácito de convivencia entre las partes, variadas, variables y valiosas todas por igual.
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